Tesis de Maestría en Desarrollo Rural
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, 2005
Arturo Guerrero Osorio
800 páginas de sones y jarabes --y un poco de rock&roll--. Las primeras 315 corresponden a la Vereda o Introducción, esto es, al ordenamiento teórico-metodológico de la Comunalidad que propuse entonces, a partir de los planteamientos del Mtro. Jaime Martínez Luna. El resto es una historia de Santa Catarina Ixtepeji, desde la época nebular hasta la actualidad, teniendo a la finada doña Jose y a su familia y amigos como protagonistas, y a la tradición oral como abrevadero, acompañada de la bibliografía pertinente.
Agradezco a la UAM-X por haber digitalizado este ladrillo y ponerlo en la Web.
Al respecto, Gustavo Esteva escribió: "Arturo Guerrero no es antropólogo ni oaxaqueño. Tras una larga y azarosa inmersión en el mundo serrano, en el que ‘comunalidad’ nació, Arturo logró producir la que a mi entender es la más sólida contribución a la comprensión de la palabra y el término. De Tierra Espiral: Comunalidad, memoria y esperanza en la Sierra Norte de Oaxaca (2005) desafía claramente los cánones académicos convencionales, pero logra evitar que el impresionante aparato académico de respaldo del término contamine su disfrute gozoso de la palabra, que late al margen de la costra “científica”."
Esteva, Gustavo, "Para sentipensar la comunalidad", Bajo el Volcán, 15(23), septiembre-febrero, 2015, pp. 171-186
Dizque Prólogo
Jaime Martínez Luna
Arturo empezó a formarse, a conocer, cuando fue expulsado de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. Había terminado su licenciatura, pero quería ser maestro en todo. Y en la Sierra Juárez se encontró con verdaderos maestros surgidos de la tierra. Allí, confundió la milpa con el agave, pero aprendió a vivir. Las cantinas albergaron su naciente y energética sabiduría, sapiencia que les arrancaba a los lugareños entre copa y copa. Aprendió lo que ahora nos ofrece claramente, la espiralidad de la vida.
El libro que tienen en sus manos es una labor obcecada de desnudar la vida. En torno a una mesa común y corriente de cantina, al lado de los paisanos, Arturo tuvo el cuidado de ir aprendiendo, nuestras repetidas palabras y frases, términos o conceptos, como se les quiera decir, que emitimos sin reparar en su significado, mucho menos en los símbolos que no guardamos ni atesoramos, que salen nomás. Hablamos de lo que se nos ocurre, pero lo que se dice siempre refleja nuestro modo de hacer la vida, representa las relaciones que explican nuestros razonamientos y nuestros desvaríos, oralidad pura, como bien se expone en este texto. Vernos desnudos por un dizque investigador –como Arturo se autonombra--, no es gratificante, pero si aleccionador, porque da realce a nuestra vida rutinaria, plena de contenidos y realizaciones, que están fuera de una comprensión cabal que reconozcamos por nuestra propia iniciativa.
A partir de metáforas, Arturo insiste en desnudar nuestro modo de ser y vivir, y ello me lleva a utilizar otra metáfora para explicar el valor que tiene lo que yo aprendo del trabajo de Arturo.
He pensado, que todos utilizamos ropa para un sin fin de necesidades, nos vestimos para entrar en relación con la vida del mundo. Es decir, es el mundo quien nos obliga a vestirnos de equis manera. Incluso la desnudez en ciertas regiones pueden explicarse como vestidura adecuada, decidida por el clima, por la temporada, por la tarea a realizar, etc. En general, todos nos sometemos y sentimos la necesidad de vestirnos para relacionarnos con el mundo. Con esto, nuestra posición dentro de toda sociedad, comunal o individual, urbana o rural, selvática o árida, montañosa o costeña que sea, evidencia el sitio en que ejercitamos la vida. Nadie se viste igual, aunque en algunos quehaceres o sitios, se nos obligue a uniformarnos. Toda cultura, como un andar necesario de los seres humanos en la tierra, evidencia su naturaleza, sus necesidades, sus sueños, como también sus sinsabores; con ello expone sus resultados, sus colores, sus tejidos, sus creencias, su normatividad, etc., todo, lo expone en su vestir, y en el modo de vestirse. Tenemos vestimenta intima, y vestimenta exterior. La intima por estar más cerca de nuestro cuerpo, padece pero también goza de su cercanía a nuestras profundidades. Existen sociedades que de manera directa y apoyadas en su naturaleza fabrican su indumentaria, en la mayoría de los casos colectivamente. Una sociedad envuelta en el mercado, conseguirá su atuendo a la vuelta de la esquina a cambio de monedas.
Pero la vestimenta no es sólo un atuendo material, es y se expone en el ejercicio intelectual. Todo ser, expone lo que ve y percibe a través de sus relaciones, adquiere principios, maneras de bailar, de hacer música, modos de interpretar la vida, modos de explicarla incluso, todo ello va conformando su vestidura intelectual, sea ésta adquirida, de manera vivencial, institucional o académica. La relación con su contexto, con su entorno dibujará en él una forma de razonar, de comprender lo otro y a los otros. Su pensar reflejará si leyó la Biblia, a Marx, al Quijote, si vio la obra de Leonardo Da Vinci, o simplemente las del pintor de su comunidad. Sus sentimientos se expresarán según si escuchó a José Alfredo, a Álvaro Carrillo, a Chuy Rasgado, o si leyó a García Márquez, a Benedetti, o a Amado Nervo, o simplemente escucho al poeta de su localidad. Todos tendrán una vestidura según el mundo con el que les ha tocado relacionarse.
La vestidura, en la medida que es reflejo de dónde y con quién hacemos y gozamos la vida, será también el reflejo de lo que llevamos dentro de nuestro organismo. Nuestras actitudes, aprendidas en la relación con nuestro entorno, nos sembrarán la manera de comprender todo, y es esto lo que definirá nuestra comunalitaria o individualitaria manera de vivir y hacer la vida. Las espirales a que se refiere Arturo en este libro se ven reflejadas en nuestras vestiduras. Juárez, no olvidemos, fue sometido socialmente a utilizar lo que conocemos como frac. Los políticos, funcionarios o seres que se sienten incorporados al poder, se ven obligados a utilizar la corbata, les guste hacerlo o no. Cuestiones uniformizantes que se reflejan en las pretensiones educativas, como en el ejército, son repetidas aún con sus diferencias en los centros educativos. Pero esto es harina de otro costal. Volvamos a nuestra metáfora.
Para enfrentar a las humillaciones escogemos un vestir determinado, por un lado para detener la humillación, por el otro para sentirnos igual que los que participan de la acción que vamos a compartir. La multiplicidad de relaciones que se tienen que entablar en el mundo actual, nos obligan a tener un ropero de diferentes vestiduras. Sin embargo, existe una vestidura con la que nos sentimos a gusto, y aunque ya esté rotanga, la usamos para nuestros mejores momentos. Nuestros momentos durante el día son diferentes, para ello tenemos la ropa de descansar, el traje de baño, etc. Todo esto nos muestra que asumimos distintas caras, que dependerán de lo que tenemos que hacer, de nuestra comodidad, o bien de nuestra propia despreocupación por nuestro estado de ánimo.
Para enfrentar lo de afuera, los que vivimos en comunalidad, nos vemos obligados a modificar nuestras vestiduras, unos incluso se ven presionados a usar corbata, otros esconden el cuchillo en su calzón, otros se visten de manera folclórica, otros son más sinceros, y se cargan de viandas para regalar malinchescamente a la gente del poder externo. La espiral afuera obliga a toda comunidad a establecer escenarios con ropaje adecuado a la negociación, al reto, a la resistencia. Internamente tenemos cambios de ajuar, dependiendo de la ocasión, En muchas comunidades acostumbramos a estrenar ropaje el día de fiesta “patronal”. Pero esto es para el deleite o la sorna de los otros. Si es carnaval, pues nos enmascaramos para decir públicamente lo que en la Asamblea no nos atrevemos. Si vamos al Castillo, a los juegos pirotécnicos como mejor se conoce, o vamos al baile, pues el ropaje tiene que ser para el deleite de todos, aunque con ello robemos la atención de los concurrentes. En las fiestas familiares, lo mínimo es asistir limpios y recién bañados.
Nuestro oficio, incluso nuestro nivel adquisitivo, pintará la imagen cotidiana. En esto, se ve la influencia de modelo de vida mercantil que se nos ha impuesto, que se ve en el jabón que utilizas, en la pasta de dientes, en la clase de tela que te pones, en el tipo de carro que tienes, etc. La competencia como actitud se plasma en todos nuestro ropaje, sin embargo, no todos te valoran o significan por lo que tienes sino por lo que haces: esto se explica ampliamente en este libro. Tu grado de compartencia y reciprocidad, competirá con los lujos del automóvil que ostentas. Son los cuates, con su invitación a compartir los tiempos, los que pondrán en evidencia lo que importas. No se invita a la cantina a cualquiera, se selecciona a los verdaderos cuates; el que sólo busca ostentar su ropa nueva, su pulsera, su viaje a los yunaites, o el sueldo que ya consiguió, no es lo mismo que aquel que no deja de contar chistes con gracia, o aquel que critica al Presidente por enamorado de la Secretaria, o aquel que comparte el cómo le fue en su día de trabajo, incluso aquel que repite los chistes expuestos en el tequio o en la junta equis.
La oralidad crea la vestimenta y viceversa, hace cotidianidad, recreación permanente. Pero es muy importante aclarar que este modo de hacer la vida, como ustedes verán ampliamente en la interpretación que hace nuestro dizque investigador, no lo hacemos consciente, como tampoco que vivimos en comunalidad. Los modelos de razonar para entender nuestra cotidianidad, que nos ofrece el autor, son formas de explicación de la vida que recreamos en oralidad, en reciprocidad y respeto constante. Es la sensibilidad y el razonar de este dizque comunicólogo. Coincidimos con él en muchos de sus momentos emotivos. Abstraer nuestras formas de hacer la vida, es el aporte central de su libro. Nosotros, como egresados de la academia, nos hemos visto obligados a subvertir la normatividad o la disciplina académica para mostrar lo que somos, sentimos, y pensamos que debe hacerse para alcanzar que se nos respete, tal y como somos y lo que tenemos. Teorizar nuestra propia vida, a Floriberto Díaz y a mí, nos ha permitido tomar y hacer conciencia de por qué hacer lo que hacemos, de entender cuándo es el momento de intervenir y cómo, para qué nuestra ideas, en ningún momento mejores, han de ser ofrecidas a la comunidad, en la calle, en la casa, en el trabajo, en la cantina, o más estratégicamente en la Asamblea. Hemos reconocido que el haber sido escolarizados fuera de la comunidad, no nos da ningún grado de superioridad sobre los demás, al contrario nos obliga a ser tan sólo uno más de los comuneros que pueden hacer uso de su voz en todo tipo de reunión. A la autoridad máxima, en quien la Asamblea ha delegado la autoridad ejecutiva, es la persona, independientemente de su oficio, de su labor, de su capacidad, la que ya ha sido evaluada por todos, es a quien se le debe respeto y obediencia por encina de todas las deficiencias que uno le pueda encontrar. Sea hombre o mujer, nuestra práctica política nos ha inculcado a respetar lo decidido por todos en la Asamblea. Estamos conscientes de que esto no se ve en todos lados, que el 100% de comunidades de la Sierra Juárez se rigen bajo sistemas normativos internos, que nuestra geografía nos conforma en núcleos sociales pequeños, de que nuestra economía está orientada al autoconsumo, de que nuestras tierras de labor son pequeñas, y que por lo mismo la posibilidad de monocultivos es nula, de que nuestro bosque es patrimonio comunal y de que estamos obligados a venderlo dada la lógica económica que nos envuelve, pero esto lo hacemos a través de nuestras empresas comunales.
Nos adecuamos a cada imposición, porque entendemos que no es lo mismo vender comunalmente para un beneficio comunal, que vender sin una orientación precisa de cómo distribuir las utilidades en la venta. Pensamos comunalmente, a través de nuestros principios, de nuestras veredas, decidimos en la oralidad como ejercicio de convivencia. Somos personas, nudos de relaciones como lo señala Arturo, tenemos en el Nosotros la explicación diaria de lo que debe hacerse. Nos sabemos mexicanos, y efectivamente nos sentimos serranos, estemos aquí o en la Conchinchina. ¿Esa es nuestra identidad? No lo sabemos, lo saben los otros, los que nos obligan a definirnos. Somos zapotecos cuando nos conviene, principalmente si hacemos una gestión ante la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), somos ciudadanos si vamos a votar, por alguien que seguramente ni conocemos, por ese que según “defiende lo nuestro”. Sabemos que eso es puro rollo, pero vamos a votar, sólo para ver a la novia o al compadre y después, a echarnos un mezcal en casa de Bety.
Aplaudo seriamente la reflexión de la vida que hacemos sin darnos cuenta, ahora entiendo que Arturo no sólo se tomaba los mezcales sino también bebía nuestra comunicación. En razón de nuestra metáfora, nos desnudaba el canijo, él lo hizo tan bien que hasta cayó al bote, ya no me acuerdo ni por qué… sí ya sé, porque el visitar la cárcel en una comunidad se vuelve una pachanga. Si tienes gracia en tu vida, cuando la gente se entera que estás en el bote, te surte de más mezcal, de comida, de cobijas, de chistes, de acompañamiento, en fin, de fiesta, de reciprocidad, y de una realización oral, que te aleja de toda posible soledad o abandono. Por eso, muchos cuates, van con gusto al bote, para gozar de la fiesta.
La comunalidad, puedo afirmar, se vive, se hace, no se busca, no es una línea ideológica que debe proselitarse, de promoverse, es el resultado de todos, de la vida comunalmente entendida.
El acercamiento que logra el autor, es digno de respeto, es digno de ser comprendido, es una voz más que se incorpora al hacer vida: lo escribe, pero lo vive y atrapa la vida oralmente. El investigador tradicional nos fotografía, nos describe, nos “etnografía”, pero está separado de y del Nosotros, no es uno más, es una cámara, un aparato que nos ve desde sus lentes, desde sus registros. En ésta ocasión, no, el condenado Arturo se mete a nuestra naturalidad, la deshoja como una simple mazorca, y nos expone tal cual, respetando la sinceridad de sus maestros; eso sí, con un lenguaje laberíntico que a veces sólo él entiende. Pero a él no le preocupa, sigue su escritura, precisamente para mostrarnos las profundidades que conoce como la palma de las manos sosteniendo un rico mole de día de muertos.
A muchos les preocupa, el cómo reproducir una comunalidad, cómo detener los elementos que le transgreden, son legítimas sus preocupaciones; pero hay que tomar en cuenta, que sea quien sea, el que viva un territorio comunal, que reproduzca la vida con los que le rodean, que piense a través de todos, y que goce de la existencia del conjunto, podrá reproducir esta manera de ser, que incluso puede recrearse en ámbitos no necesariamente pequeños, aunque su definición así sea, no necesariamente rurales, y más, no exclusivamente de memorias propias y colectivas, “indígenas o étnicas”, como se les suele identificar.
Entender que construimos y diseñamos el ropaje adecuado para mantenernos como nos gusta hacer la vida, es una premisa básica. Y si por las presiones externas, hemos de vestirnos de frac, así será, con tal de no perder nuestra substancia oral y cotidiana. A muchos hermanos los visten de soldados, y estos con tal de resolver sus apremiantes necesidades obedecen, aunque dentro de su ser lo que quieren es estar con sus cuates en el pueblo. Aquí si cabe el refrán de “el hábito no hace al monje”, muchos hábitos nos esperan para esconder lo que nos satisface, o para defender lo más preciado que construimos comunalmente, que es la vida. Nuestros hermanos que viven en el amazonas, ya sea por el calor, por el suelo, porque nadie los reprime, visten desnudos y hacen su vida a su manera.
Leer esta obra nos permite reconocer la sapiencia que se esconde en la común parlantería de los espacios comunalitarios.
Guelatao, Oaxaca, 2013
Descarga de la tesis:
https://repositorio.xoc.uam.mx/jspui/handle/123456789/1091
Desacarga del Prólogo de Jaime Martínez Luna a la primera parte de la tesis :
https://archive.org/details/dizque-prologo-de-tierra-espiral
Descarga de "Para sentipensar la comunalidad" de Gustavo Esteva:
http://www.apps.buap.mx/ojs3/index.php/bevol/article/view/1294